La violencia sistemática, por Houssien El Ouariachi

A nadie se le escapa que vivimos en un mundo cruel y violento, donde la lógica de la fuerza y la violencia es la que impera.

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A nadie se le escapa que vivimos en un mundo cruel y violento, donde la lógica de la fuerza y la violencia es la que impera. Una constatación que duele y desespera. ¿Cómo puede un pueblo perseguido hasta la exterminación defenderse si nadie se presta a ayudarle o a detener a sus genocidas? ¿Cómo puede un pueblo o un país protegerse si sabe que se conspira contra él a la luz del día?

Estos días asistimos a dos escenarios tan peligrosos como escandalosos, pues evidencian hasta qué punto “el mundo libre” es hipócrita y lo que es peor, que sólo entiende la lógica de la fuerza y la violencia.

1. Los Rohingyas

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Este grupo étnico de religión islámica de Myanmar es considerada por la ONU como la minoría más perseguida del mundo. Este país asiático cuenta con unas minorías musulmanas desde hace siglos, logrando una convivencia pacífica con el resto de la sociedad birmana, hasta el punto de que hubo ministros y autoridades de confesión musulmana en sus gobiernos. No en vano, los musulmanes, especialmente del Reino de Yunnan (China), de mayoría musulmana, lucharon a su lado contra la ocupación británica.

Sin embargo, los extremistas budistas, anteriormente utilizados por la Junta Militar birmana, (esto de utilizar la religión como arma parece una pandemia universal) han matado a miles de esta minoría ante los ojos del mundo y nadie hace nada. Y la pregunta es: ¿Por qué?

La respuesta parece fácil, no se ha descubierto petróleo ni recursos en Rakhine, región birmana donde se establecen los rohingyas. Y sobre todo, porque no tienen amigos, ni sus enemigos son enemigos de los poderosos. He aquí la cuestión.

Cuando hubo un caso similar en Kosovo, la OTAN bombardeó a los serbios, aún sin la aprobación de la ONU, bajo el pretexto de la obligación moral de impedir un genocidio. ¿Por qué contra Milosevic sí y contra Myanmar no? La respuesta es que Milosevic era amigo de Moscú y antioccidental, es decir, no fue por amor a la justicia ni a la humanidad, sino por acabar con el único aliado que le quedaba a los rusos en los Balcanes.

Lo que más me temo es que la situación, y ya hay indicios, desespere tanto a los rohingyas que les haga tirarse a los brazos del primero que les ofrezca armas para defenderse, entonces se hablará de terrorismo y quién sabe, podrán derivarse en una guerra civil primero y regional segundo que tendría el objetivo de desgastar a las potencias regionales, es decir, China, India y demás vecinos. Los pueblos de la zona, y en especial los mismos rohingyas, serían la carne de cañón.

2. Corea del Norte

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Bajo la excusa de poseer armas de destrucción masiva se invadió Irak, y con la misma excusa de impedir que desarrollase armas nuclearse se lleva presionando a Irán durante décadas. Las excusas, especialmente a los ojos de Occidente, son legítimas, pues como potencias quieren garantizar la paz en el mundo (¡no se rían!).

Sin embargo, Corea del Norte se presenta ante el mundo y amenaza a sus vecinos y a los mismos EEUU y no se pasa de las declaraciones y las denuncias orales, no vaya a ser que este Kim Jun Un utilice sus juguetes y “nos agüe la fiesta”. ¿Por qué no se toman medidas severas contra el régimen norcoreano y las potencias que le arropan?

La respuesta es sencilla, al parecer, y es que Corea del Norte ha ingresado en el club nuclear, al igual que las potencias occidentales o Israel. Si tienes armas de destrucción masiva o nucleares, e incluso de hidrógeno (el último invento de satanás) nadie podrá molestarte ni mucho menos se le ocurrirá invadirte.

El mensaje es claro, especialmente para los iraníes. Como no os arméis hasta los dientes y tengáis capacidad de pegar en cualquier punto del planeta, seréis sometidos y chantajeados.

El resultado: escalada de violencia, inestabilidad y pérdida de humanidad.

¿Qué hacer?

Indispensable revertir la lógica de la violencia, coordinar los movimientos sociales de todo el globo con el fin de obligar a nuestros gobiernos a mantener una política exterior acorde al respeto de los derechos humanos, renunciar a las armas ofensivas y al imperialismo, y pensar de una vez por todas en el mundo como casa de todos y no de unos cuantos. Y sobre todo, confiar en la humanidad y resistirse a la desesperación. ¡Qué fácil es decirlo! ¡Dios!

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